Enelimaginario

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martes, 5 de agosto de 2014

BREVE HISTORIA DEL ESTADO DE BIENESTAR


 

 

BREVE HISTORIA DEL ESTADO DE BIENESTAR

El gran profesor es más que un profesor, incluye en sus lecciones metáforas que facilitan la comprensión del concepto con una visualización del mismo. Y haciendo alarde de esa capacidad afirmó en una ocasión.. “El Trabajador Social es una herramienta del estado de bienestar que sirve como colchón para amortiguar el impacto que produce las desigualdades sociales”


Automáticamente me vino a la mente un niño saltando de una silla a otra y en el suelo, un colchón. Saltando peligrosamente entre esas sillas el pequeño se esfuerza por llevar al limite sus habilidades. En un momento dado lo hace de espalda y el resultado es el esperado, el peso queda situado en un extremo del asiento, las dos patas opuestas de la silla se levantan y el balanceo propicia la caída del pequeño, quien acaba la cabriola de bruces contra el colchón.

El susto le hace aprender la lección, y los moratones le recordarán para la siguiente ocasión la importancia de aterrizar con el peso adecuadamente distribuido, pero lo más importante es que el niño podrá retomar de nuevo el juego y perfeccionar el salto gracias al colchón.

Reflexioné la imagen durante mucho tiempo. Y dejando espacio a la ciencia me imaginé la misma escena sin ese colchón… En la mayoría de los casos el golpe sería bastante doloroso, y en otras podría incluso reportar la muerte. Pero ¿Cómo se traslada esa metáfora el mundo real?.

Es la propia historia quien desvela la respuesta. Nos imaginamos una Europa de post guerra, Alemania derrotada, las ciudades aliadas destruidas y una pujante América que se alza como potencia mundial. Los líderes de Europa, Rusia y Norte América  ya se han reunido en Yalta y el pastel ha sido dividido. Quedando por un lado la Unión Soviética, y por el otro los países aliados.

Esos países miraban con terror una potencia militar ya emergida y fortalecida, la Unión Soviética, capaz de afrontar otra gran guerra gracias a su sistema de producción. Pero lo que más temían no era la propia invasión física de la URRS, si no la invasión ideológica.



En la época de preguerra, las desigualdades sociales, y el malestar de la población encumbraron a las dictaduras fascistas y comunistas al poder. Derrotadas las primeras, ahora las ideologías marxistas calaban en la población. El capitalismo no podían seguir jugando al mismo juego, dejar que la población sufriese era demasiado arriesgado, y con un ejemplo tan cercano una revolución en su propia casa era algo más que una posibilidad real.

Ahí nació el estado de bienestar, y el cochón se rellenó de sanidad, educación y servicios sociales. No fue algo natural, como algunos quieran pensar, ni siquiera la voluntad del propio pueblo europeo, fue un temor de los gobernantes y las fuerzas económicas imperantes. Un “O cedemos en esto, o nos decapitan en la plaza del pueblo”.

El capitalismo cedió, permitiendo al Estado una mayor presencia de la que en un principio estaba dispuesto a tolerar, incluso cediendo nichos de jugosos negocios a la gestión pública. Todo en tal de no ver su cabeza en una cesta.

De esta forma, durante otros sesenta años, en Europa pudimos seguir jugando a saltar de silla en silla, a experimentar con el capitalismo, con la tranquilidad de que la población, al tener aseguradas las necesidades sanitarias, educativas y sociales no se alzaría antorcha en mano en búsqueda de culpables. Y la formula funcionó muy satisfactoriamente, las crisis se sucedían con relativa tranquilidad, el parado podía confiar en sistemas que de cierta forma paliasen su situación, le curaba, educaba a sus hijos y a través del sistema de servicios sociales, le cubría las necesidades sociales. La formula de la paz social parecía haberse resuelto.

Pero durante ese proceso, El telón de acero se desplomó y las ideologías marxistas acabaron por ir poco a poco perdiendo presencia en los parlamentos europeos y en la propia sociedad civil. Y se esfumó el temor, el niño olvidó las consecuencias de su ultimo impacto contra el suelo, y queriendo hacer más emocionante el juego retiró el colchón.

La sanidad, la educación, los servicios sociales… son tres jugosos campos en los que invertir dinero,  y de mil y una manera se justifica la exclusión de personas de los mismos desde el sistema público para rápidamente dejar la gestión de los mismos en manos privadas, ahora ya no son mecanismos para frenar el descontento social, son nichos de negocio sin explotar.

Como trabajador social, me siento como un pequeño muelle que con esfuerzo recibe en su despacho los impactos de las injusticias de esta sociedad, esforzándome para que el golpe sea lo menos doloroso posible. Pero ahora veo que se nos aúpa y retira del escenario de juego, y pese a nuestros gritos gritos, el niño, insiste en hacer esa cabriola imposible.

Ya no existe la unión soviética, quizás el marxismo sea una utopía muerta, pero no me cabe la menor  duda de que el descontento acabará encontrando otros nombres y lideres que exigirán la cabeza de los culpables, y esos culpables no querrán reconocer su equivocación… Culparan al hombre enfermo de no contratar un seguro, al parado de no pagar su formación, al desahuciado de vivir por encima de sus posibilidades, al anciano de no tener hijos que lo cuiden,  en definitiva,  de no pagar por lo que quieren. Pero esas excusas poco le importan al suelo, y las consecuencias del impacto aflorarán por todo el cuerpo.

Afortunadamente a golpes de mareas, naranjas, verdes y blancas los profesionales de los tres pilares del estado del bienestar seguimos soportando estoicamente los golpes, luchando para que ese colchón no se desinfle, para que esta metáfora que estoy escribiendo se quede simplemente en una reflexión apocalíptica y no veamos como la historia se repite una vez más.  
 
 

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