BREVE HISTORIA DEL ESTADO DE BIENESTAR
El gran profesor es más que un profesor, incluye en sus lecciones metáforas que facilitan la comprensión del concepto con una visualización del mismo. Y haciendo alarde de esa capacidad afirmó en una ocasión.. “El Trabajador Social es una herramienta del estado de bienestar que sirve como colchón para amortiguar el impacto que produce las desigualdades sociales”
Automáticamente me vino a la mente un niño saltando de una
silla a otra y en el suelo, un colchón. Saltando peligrosamente entre esas
sillas el pequeño se esfuerza por llevar al limite sus habilidades. En un momento
dado lo hace de espalda y el resultado es el esperado, el peso queda situado en
un extremo del asiento, las dos patas opuestas de la silla se levantan y el
balanceo propicia la caída del pequeño, quien acaba la cabriola de bruces
contra el colchón.
El susto le hace aprender la lección, y los moratones le
recordarán para la siguiente ocasión la importancia de aterrizar con el peso
adecuadamente distribuido, pero lo más importante es que el niño podrá retomar
de nuevo el juego y perfeccionar el salto gracias al colchón.
Reflexioné la imagen durante mucho tiempo. Y dejando espacio
a la ciencia me imaginé la misma escena sin ese colchón… En la mayoría de los
casos el golpe sería bastante doloroso, y en otras podría incluso reportar la
muerte. Pero ¿Cómo se traslada esa metáfora el mundo real?.
Es la propia historia quien desvela la respuesta. Nos
imaginamos una Europa de post guerra, Alemania derrotada, las ciudades aliadas
destruidas y una pujante América que se alza como potencia mundial. Los líderes
de Europa, Rusia y Norte América ya se
han reunido en Yalta y el pastel ha sido dividido. Quedando por un lado la
Unión Soviética, y por el otro los países aliados.
Esos países miraban con terror una potencia militar ya emergida
y fortalecida, la Unión Soviética, capaz de afrontar otra gran guerra gracias a
su sistema de producción. Pero lo que más temían no era la propia invasión
física de la URRS, si no la invasión ideológica.
En la época de preguerra, las desigualdades sociales, y el
malestar de la población encumbraron a las dictaduras fascistas y comunistas al
poder. Derrotadas las primeras, ahora las ideologías marxistas calaban en la
población. El capitalismo no podían seguir jugando al mismo juego, dejar que la
población sufriese era demasiado arriesgado, y con un ejemplo tan cercano una
revolución en su propia casa era algo más que una posibilidad real.
Ahí nació el estado de bienestar, y el cochón se rellenó de
sanidad, educación y servicios sociales. No fue algo natural, como algunos
quieran pensar, ni siquiera la voluntad del propio pueblo europeo, fue un temor
de los gobernantes y las fuerzas económicas imperantes. Un “O cedemos en esto,
o nos decapitan en la plaza del pueblo”.
El capitalismo cedió, permitiendo al Estado una mayor presencia
de la que en un principio estaba dispuesto a tolerar, incluso cediendo nichos
de jugosos negocios a la gestión pública. Todo en tal de no ver su cabeza en
una cesta.
De esta forma, durante otros sesenta años, en Europa pudimos
seguir jugando a saltar de silla en silla, a experimentar con el capitalismo,
con la tranquilidad de que la población, al tener aseguradas las necesidades
sanitarias, educativas y sociales no se alzaría antorcha en mano en búsqueda de
culpables. Y la formula funcionó muy satisfactoriamente, las crisis se sucedían
con relativa tranquilidad, el parado podía confiar en sistemas que de cierta
forma paliasen su situación, le curaba, educaba a sus hijos y a través del
sistema de servicios sociales, le cubría las necesidades sociales. La formula
de la paz social parecía haberse resuelto.
Pero durante ese proceso, El telón de acero se desplomó y las
ideologías marxistas acabaron por ir poco a poco perdiendo presencia en los
parlamentos europeos y en la propia sociedad civil. Y se esfumó el temor, el
niño olvidó las consecuencias de su ultimo impacto contra el suelo, y queriendo
hacer más emocionante el juego retiró el colchón.
La sanidad, la educación, los servicios sociales… son tres
jugosos campos en los que invertir dinero,
y de mil y una manera se justifica la exclusión de personas de los
mismos desde el sistema público para rápidamente dejar la gestión de los mismos
en manos privadas, ahora ya no son mecanismos para frenar el descontento
social, son nichos de negocio sin explotar.
Como trabajador social, me siento como un pequeño muelle que
con esfuerzo recibe en su despacho los impactos de las injusticias de esta
sociedad, esforzándome para que el golpe sea lo menos doloroso posible. Pero
ahora veo que se nos aúpa y retira del escenario de juego, y pese a nuestros gritos gritos,
el niño, insiste en hacer esa cabriola imposible.
Ya no existe la unión soviética, quizás el marxismo sea una utopía
muerta, pero no me cabe la menor duda de
que el descontento acabará encontrando otros nombres y lideres que exigirán la
cabeza de los culpables, y esos culpables no querrán reconocer su equivocación…
Culparan al hombre enfermo de no contratar un seguro, al parado de no pagar su
formación, al desahuciado de vivir por encima de sus posibilidades, al anciano
de no tener hijos que lo cuiden, en
definitiva, de no pagar por lo que
quieren. Pero esas excusas poco le importan al suelo, y las consecuencias del
impacto aflorarán por todo el cuerpo.
Afortunadamente a golpes de mareas, naranjas, verdes y
blancas los profesionales de los tres pilares del estado del bienestar seguimos
soportando estoicamente los golpes, luchando para que ese colchón no se
desinfle, para que esta metáfora que estoy escribiendo se quede simplemente en
una reflexión apocalíptica y no veamos como la historia se repite una vez más.
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